viernes, 31 de diciembre de 2010

Adiós al año que se nos va... 2010




El 2010 se nos va. Y mientras el mundo espera con ilusión el nuevo año, las tragedias y las alegrías que vivimos personal y colectivamente están siendo guardadas en el USB de la historia. Nuevas tecnologías todavía nos deparan nuevas formas de comunicarnos con los más lejanos y evadirnos de aquellos que tenemos cerca. Transitamos la década de la Odisea Espacial imaginada por Clarke y Kubrick pero aún no perdemos la capacidad de soñar. En muchos aspectos, la realidad, aunque sea cruel en ocasiones, todavía no es superada por la fantasía, por mucho que nos la proyecten en 3D y con sonido envolvente. Pero acaso esta década de las redes sociales y el cine digital será vista en el futuro como la de la transición hacia un ¿mundo mejor? Cuesta creerlo pero esperemos que así sea, porque predecir la distopía tampoco es confiable.











Mientras tanto, esperamos que en el 2011 se concreten los proyectos cinematográficos que tanto ansiamos. Sin embargo, también exigimos cuotas de calidad en un cine comercial que lo mismo reinventa superhéroes, adapta videojuegos, realiza remakes de viejas glorias y retoma éxitos del extranjero. Las sagas favoritas del cine adolescente concluirán éste 2011 y otras nuevas darán inicio. Y preparemonos, porque George Lucas nuevamente desempolvará su trilogía galáctica, añadirá escenas “nunca antes vistas” y la lanzará a los cines en formato de tercera dimensión. ¿Creatividad o extenuación?... Pero ésta también fue la década de los teen ídols. Jamás los actores jovenes habían ganado tantos millones de dólares acumulados por sagas de escuelas musicales, magos adolescentes, o vampiros frigidos y hombres lobo de pecho depilado. ¿Lo hemos visto todo o todavía hay lugar para las sorpresas? ¿Qué sigue, un humano enamorado de una extraterrestre de piel azul...?












La temporada de premios está empezando y ya esperamos el brillo del glamour en las alfombras rojas. Si Hollywood continúa con la costumbre de seguir saldando deudas, el Oscar puede llegarles a Colin Firth y Natalie Portman. Y, yo espero que en esta ocasión no, México estaría más cerca que nunca de llevarse un Oscar gracias a una película española dirigida por un mexicano (¿otra vez?). En fin, solo son sueños, como dijera el buen William, hijos de un cerebro ocioso.






Pero en esta velada de Año Nuevo sigue siendo bueno imaginar, jugar al prestigitador y tener sueños adolescentes de triunfo y encanto. Porque finalmente, en nuestra vida tan parecida a una serie musical de temporadas varias, es lo que perseguimos cada año en cada una de las 12 uvas que comemos entre deseo y deseo.






EL EDÉN SIDERAL continuará con ustedes el nuevo año, seguirá coleccionando recuerdos y alimentando deseos. Así que ustedes, amables lectores, no dejen de soñar, que los sueños son gratis, y si nos esforzamos por hacerlos realidad no cobran impuestos, y recuerden que para celebrar esta fiesta, “no hay lugar como el hogar”… Pongámonos el gorrtio, repartamos besos y abrazos, y deseémonos un FELIZ 2011...








sábado, 25 de diciembre de 2010

Las 100 Mejores Películas del Cine Mexicano (VII)




28.- Salón México (Emilio Fernández, 1948)

Melodrama de Cabaret. Mercedes (Marga López) trabaja como cabaretera en el "Salón México" bailando danzón con los clientes y acompañándolos, todo esto para sostener los estudios de Beatriz (Silvia Derbez), su hermana menor, en un exclusivo colegio de señoritas. Ante este sacrificio el policía Lupe (Miguel Inclán) se auto designa como su guardián, pues ella peligra de Paco (Rodolfo Acosta), un hombre que sólo busca meterla en problemas y hacerla suya. Por su parte, Beatriz no sospecha a qué se dedica Mercedes y sueña con casarse con Roberto (Roberto Cañedo), un joven piloto del Escuadrón 201, hijo de la directora del colegio (Mimí Derba). Los problemas se presentan cuando Mercedes y Paco ganan un concurso de danzón, y éste se niega a compartir el premio, por lo que Mercedes, desesperada, roba el dinero mientras él duerme…

Salón México es una película que sintetiza México en costumbres y caracteres; el director ha evolucionado con respecto a Maria Candelaria, su obra maestra, y nos muestra una visión de los barrios más candentes de la Ciudad de México a través de una historia de contrastes, amor y odio. Escrita por Mauricio Magdaleno y Emilio Fernández, el último dirige una película intensa y trágica, algo rebelde por su contenido para la época en la que una prostituta (cabaretera o como quieran llamarle) nos enseña una gran lección que es el sacrificio, a través de su historia se entrelaza una crítica político-social y un fiel relato de la vida nocturna del México de mediados de los 40's donde el danzón era un baile prohibidísimo y maltratado por su asociación con el vicio y la prostitución. En gran medida, esa sensación de autenticidad que transmiten las imágenes de Salón México se debe a que el "Indio" caminaba por terrenos conocidos. Gran bailarín, antes que actor o director, Fernández conocía perfectamente los ambientes sórdidos y sombríos de los cabarets capitalinos en donde ganó más de un concurso como el que se celebra al principio de la película. Las actuaciones son más que excelentes, la fotografía de Gabriel Figueroa como siempre genial, destaca un muy buen trabajo de los espacios de los planos y en las luces y sombras al ser la mayoría de las escenas en horario nocturno. La música de Antonio Díaz Conde es más que brillante, y en síntesis es una película importante del "Indio" que, aunque peca un poco de exageración, vale la pena verse y recordar los viejos pasos de baile en el cine mexicano. Marga López ganó el Ariel como Mejor Actriz, y Rodolfo Acosta fue nominado como Mejor Actor Secundario.









29.- Doña Perfecta (Alejandro Galindo, 1950)

Drama histórico. La historia ocurre en el siglo XIX, en tiempos de la Reforma en México, cuando Pepe Rey (Carlos Navarro), un ingeniero agrónomo de ideas liberales y progresistas llega a un pueblo del Bajío sumido en el más absoluto conservadurismo. Se instala en casa de su tía Perfecta (Dolores del Río), una dama conservadora y puritana, y en apariencia bondadosa. Pepe se enamora de su prima Rosario (Esther Fernández) y la labor que le ha llevado a la localidad encuentra numerosas trabas por acusaciones y envidias políticas que no tienen ningún fundamento, la mayoría de ellas infundadas por su propia tía, que no ve con buenos ojos la relación que pueda existir entre su hija y su sobrino…

Doña Perfecta es la adaptación cinematográfica de la famosa obra de Benito Pérez Galdós, que sufrió muchos problemas para conseguir financiamiento para iniciar y luego terminar el rodaje. Y aunque la película no tuvo en su momento una crítica excesivamente buena, hoy se valora como una de las mejores 30 películas del cine mexicano y de su director. Fue nominada a 11 premios Ariel, entre ellos los de Mejor Película y Mejor Director. Ganó tres estatuillas, Mejor Adaptación (Alejandro Galindo), Mejor Actor Secundario (Carlos Navarro) y Mejor Actriz para Dolores del Río por habar alcanzado la madurez interpretativa. En 1977 César Fernández Ardavín dirigió una segunda versión de esta novela para el cine español, protagonizada por María Álvarez, Victoria Abril y José Miguel Aguado, de nula trascendencia.









30.- Flor Silvestre (Emilio Fernández, 1943)

Drama Rural. En un pueblo del Bajío de principios del siglo veinte, José Luis (Pedro Armendáriz), hijo del hacendado don Francisco (Miguel Ángel Ferriz), se casa en secreto con Esperanza (Dolores Del Río), una bella y humilde campesina. Disgustado por la boda y porque su hijo se ha convertido en revolucionario, don Francisco deshereda a José Luis y lo echa de su casa. Tras el triunfo de la revolución, la pareja vive feliz hasta que José Luis se ve obligado a enfrentar a un par de falsos revolucionarios que han matado a su padre, y secuestrado a Esperanza y a su pequeño hijo…

Para 1943 los antecedentes de Emilio Fernández no lo perfilaban como quien llegaría a ser uno de los pilares de la cinematografía mexicana. Un par de experiencias previas -La Isla de la Pasión (Clipperton) (1941) y Soy Puro Mexicano (1942)- no habían sido suficientes para demostrar el talento del “Indio” como realizador. Hacía falta que se conjuntaran un proyecto fílmico interesante con el equipo técnico y humano adecuados para que Fernández dirigiese la que sería su primera película importante. Sería Films Mundiales la encargada de facilitarle al “Indio” las condiciones para que su labor como director fuese exitosa. Fundada en 1939, esta empresa era administrada por Agustín J. Fink, talentoso productor que había logrado destacar gracias a una acertada combinación de calidad y creatividad. Bajo su mando, Films Mundiales había logrado emular el modelo industrial de Hollywood, basado en mantener bajo contrato exclusivo a un equipo artístico y técnico de alta calidad, sin por ello descuidar a los nuevos talentos. Desde 1942, Fink mantenía conversaciones con Dolores del Río, quien había abandonado Hollywood con la intención de afincarse en México. El proyecto de que la estrella protagonizara un filme mexicano no lograba cristalizar, entre otras razones, por falta de un director dispuesto a trabajar con la actriz. Fink recordó los trabajos previos de Fernández y consideró que el director merecía la oportunidad de dirigir una película en circunstancias más adecuadas. El resultado fue mejor de lo que el astuto Fink podría haber imaginado. Gracias a su acertada combinación de talentos, Flor Silvestre se convirtió no sólo en un gran éxito de taquilla sino en el punto de partida para la fructífera colaboración entre el “Indio” Fernández y el equipo con el que realizaría varios de sus mejores filmes: el guionista Mauricio Magdalena (adaptando junto a Emilio la novela “Sucedió Ayer” de Fernando Robles), el fotógrafo Gabriel Figueroa y la pareja protagónica integrada por Dolores del Río y Pedro Armendáriz.

Historia de orgullos, idealismos y desigualdades, Flor Silvestre es considerada como la cinta más emblemática de su autor y una de las películas más bellas del cine mexicano. En sus imágenes es posible vislumbrar no sólo el talento de su creador, sino el planteamiento estético que definiría al cine mexicano más allá de nuestras fronteras, como la secuencia donde aparece Lucha Reyes interpretando El Herradero. Curiosamente, el papel principal fue ofrecido primero a la actriz Gloria Marín, que al momento de leer el guión se quedó absolutamente enamorada del personaje, pero cuando supo que la película iba a ser dirigida por el Indio Fernández rechazó categóricamente intervenir en el proyecto, porque decía que ella nunca podría trabajar con un hombre tan violento. Y efectivamente, en varias ocasiones, el temperamento bronco del “Indio” había aflorado de manera violenta durante el rodaje, y Dolores había estado a punto de retirarse, enojada por lo que ella consideraba un trato indigno de su categoría. Los ruegos de sus compañeros y su alto sentido del profesionalismo la habían convencido de regresar, pero su relación con el director se había tornado distante.











31.- La Pasión según Berenice (Jaime Humberto Hermosillo, 1975)

Melodrama Pasional. Berenice (Martha Navarro) es una joven mujer viuda que tiene una quemadura en su rostro causada por el mismo incendio donde murió su esposo, es recatada y pulcra, tiene un trabajo como profesora de taquigrafía y una vida dedicada al cuidado de su madrina (Emma Roldán), una anciana enferma y usurera que ha convertido su cama en oficina. Viven en un pueblo taciturno en donde los domingos no hay otra cosa más que oír misa temprano y asistir a uno de esos antiguos cines que parecían teatros. Por otro lado, Berenice también es capaz de escribir obscenidades en las paredes de los baños públicos, de despertar deseos eróticos entre sus jóvenes alumnos, de iniciar una relación sin tapujos con el doctor citadino Rodrigo Robles (Pedro Armendáriz hijo), de aprender a conducir su automóvil nuevo, de tener sexo en una habitación contigua a la de su madrina moribunda, de despotricar maldiciones en contra de su amante y de revelar su condición de piromaniaca para acceder a su libertad...

Cuando Jaime Humberto Hermosillo hizo La Pasión según Berenice su carrera apenas despuntaba, mientras que en el ámbito nacional el sexenio de Echeverría es considerado como una segunda época de oro del cine mexicano. Talento, creatividad y compromiso social fueron elementos presentes en la mayoría de las producciones realizadas entre 1970 y 1976. La cinta de Hermosillo es un excelente ejemplo de la cinematografía nacional de los setenta. Al fin, el cine mexicano era capaz de retratar un personaje con las contradicciones que conlleva su condición de género. Hermosillo dibuja con generosidad las paradojas socioculturales de la mujer provinciana que, en este caso, no ambiciona ni una vida acomodada ni el conformismo carnal que la herencia de su madrina podría brindarle. Narrada en forma ágil, la sucesión de hechos casi insignificantes y el comportamiento verosímil de los personajes, dan como resultado una auténtica obra maestra que ha merecido ser exhibida -entre otros lugares- en el Museo de Arte Moderno de N. Y. Desgraciadamente, el siguiente sexenio daría marcha atrás en esta política y nos condenaría a la peor década de nuestra historia cinematográfica. En su momento, La Pasión según Berenice obtuvo cuatro Arieles (Mejor Película, Director, Actriz y Argumento Original), una Diosa de Plata (Mejro Actriz Secundaria a Emma Roldán) y dos Heraldos, que eran premios que se otorgaban a la cinematografía nacional y le permitieron a Hermosillo y a Martha Navarro continuar con nuevas experimentaciones, en aquellos tiempos difíciles en los que hacer cine de calidad era una aventura solitaria, casi onanista.












32.- La Sombra del Caudillo (Julio Bracho, 1960)

Drama Político. En el México de los años veinte, la inminente sucesión del caudillo militar en el poder está a punto de decidirse. El caudillo (Miguel Ángel Ferríz, padre) favorece la candidatura del general Hilario Jiménez (Ignacio López Tarso), ministro de gobernación, a pesar de la simpatía que despierta el general Ignacio Aguirre (Tito Junco), ministro de guerra. Aguirre se hace amante de la joven Rosario (Bárbara Gil) y se retira de la contienda, pero sus partidarios continúan apoyándolo, en especial Olivier (Carlos López Moctezuma), líder del Partido Radical Progresista, que también apoyó veladamente la candidatura de Jiménez. Como amenaza, el diputado Askaná (Tomás Perrín), amigo de Aguirre, es secuestrado, pero la prostituta Mora (Kitty de Hoyos) se entera y avisa a Aguirre, que, orillado por las circunstancias, debe decidir entre su lealtad al régimen y la oportunidad de acceder al poder, aunque esto último le cause represalias de las más altas esferas del gobierno…

El escritor Martín Luis Guzmán, que redactara su obra en 1929 durante su exilio en Madrid a causa de su inclinación vasconcelista, daba otros nombres y rostros a personajes verídicos de la historia mexicana: el Caudillo era a todas luces Álvaro Obregón, el impuesto candidato era Plutarco Elías Calles, y el rebelde general Aguirre no era otro que el general Francisco Serrano, asesinado junto con otros de sus seguidores en Huitzilac (carretera de Cuernavaca) el 3 de octubre de 1927, y para hacer más compleja su historia, combinaba el asunto también con la rebelión de Adolfo de la Huerta.

Director de varios clásicos de la época de Oro del cine mexicano, Julio Bracho proyectó la realización de La Sombra del Caudillo durante veinticinco años; hasta que en 1960 encuentra el apoyo del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) y a colaboradores entusiasmados para llevar a cabo el proyecto, Martín Luis Guzmán incluido. La producción fue en cooperativa, técnicos y actores aportaron parte de su salario para la realización del film, que alcanzó un costo de tres millones de pesos. El proyecto contaba con el visto bueno de la Dirección de Cinematografía y hasta con el apoyo del presidente López Mateos, colega también en la lucha vasconcelista. Ese mismo año la película es enviada al Festival de Cine de Karlovy-Vary en Checoslovaquia, donde su realizador recibe el premio a Mejor Dirección y Tito Junco el de Mejor Actuación masculina. El estreno en México se planeaba en grande, con publicidad por todas partes y en salas de primer nivel; la comunidad cinematográfica la calificó, unánimemente, como la mejor película nacional jamás realizada, y… un día antes del estreno, la copia desapareció. La Secretaría de la Defensa comunicaba que “la cinta denigraba a México y sus instituciones”, además de “ofrecer una visión falsa de la historia y del Ejército Mexicano”. Bracho trató por todos los medios posibles de conseguir el estreno de su cinta, pero nadie sabía donde estaba; el Secretario de Gobernación en ese entonces, Gustavo Díaz Ordaz, aseguró que “sólo necesitaba un poco de tiempo para arreglar el asunto”…

Los años y los funcionarios pasaron, y el film adquirió entonces su carácter de “maldito”, “prohibido” o, en el mejor de los casos, “perdido”. ¿De la copia? Nadie sabe, nadie supo. Bracho quedó moralmente destrozado, endeudado, artísticamente muerto, no pudo jamás recuperar el nivel de sus mejores películas. La Sombra del Caudillo comenzó a circular en copias clandestinas en video, mientras su director fallecía en 1978; la inversión nunca se recuperó. Cuando por fin se estrenó comercialmente, el 25 de octubre de 1990, por sólo una semana en el cine Gabriel Figueroa, y en una copia en 16 mm., era ya demasiado tarde. La que pudo ser la gran película de la peor década del cine mexicano, los sesenta, será siempre uno de los más repugnantes casos de la censura cinematográfica en la historia del cine mundial, que no sólo enlató una cinta, sino que también terminó con la vida artística de un gran realizador.












33.- Calabacitas Tiernas (¡Ay que bonitas piernas!) (Gilberto Martínez Solares, 1948)

Comedia Musical. Tin Tan va a suicidarse junto a un ahuehuete milenario porque no lo dejan debutar como músico en un cabaret. Dispara su pistola hacia arriba y del árbol cae herido un hombre. Asustado, Tin Tan huye corriendo y es atropellado por un coche que tripulan Jorge Reyes y Nelly Montiel. Éstos llevan a Tin Tan a una casa donde es atendido por la bella criada Lupe (Rosita Quintana). Tin Tan se finge amnésico. Lo hacen pasar por empresario del cabaret ante la artista brasileña Rosina, que llega a la casa. En realidad, el empresario es Reyes, que está en quiebra. Tin Tan se llena de deudas para montar el show del cabaret. Lupe se porta arisca con él mientras las demás mujeres lo miman, incluida la rumbera cubana Amalia Aguilar, que llega con sus bongoceros. También llega la niña española Gloria Alonso, que baila flamenco acompañada de su padrino y guitarrista. Las mujeres se pelean por Tin Tan, pero Lupe, que ya se ha enamorado de él, derrota a todas las demás. Se inaugura el cabaret: todo ha sido pagado por Tin Tan con cheques falsos. Se lo llevan por eso a la comisaría. Tin Tan confiesa el "crimen" del árbol y es metido en la cárcel. Resulta que el "muerto" es un suicida a quien Tin Tan salvó la vida y que quiere darle dinero como recompensa. Finalmente, todo se arregla… En la primera de sus muchas colaboraciones, la excéntrica comicidad de Tin Tan encontró en Martínez Solares al director ideal para dar rienda suelta a su inventiva. Atención a la gran cantidad de besos que el cómico propina a sus guapísimas coestrellas.










34.- Dos Tipos de Cuidado (Ismael Rodríguez, 1952)

Comedia Ranchera. Dos amigos rancheros están enamorados de dos jovencitas del pueblo. Pedro Malo ama a María (Yolanda Varela), hermana de Jorge Bueno, quien está enamorado de Rosario (Carmen González), la hija de un abonero árabe. Jorge tiene que irse del pueblo y al regresar un año después encuentra a Pedro casado con Rosario. Despechado, Jorge trata de arruinar a su ex-amigo y rival sin sospechar que todo el embrollo es producto de la nobleza de Pedro, que se ha casado solo para proteger el honor de su esposa quien estando soltera fue víctima de una violación que tuvo como consecuencia una niña…

Esta película legendaria de la cinematografía nacional es poseedora de varias de las escenas más recordadas por los mexicanos y es antológica por la participación de los dos grandes charros: Jorge Negrete y Pedro Infante. Esta es la mejor película de la faceta de comedia de Ismael Rodríguez, en el que además de contar por vez única la presencia de Negrete e Infante en un filme, tiene un muy buen guión de Rodríguez y Carlos Orellana en el que los enredos románticos son muy divertidos y concretados de una manera más que excelente. La película es un gran referente de la cultura mexicana pues en ella se manifiestan varios patrimonios del país como son la música de mariachi, la gastronomía y las fiestas, sin dejar de lado que representa fielmente la personalidad machista del mexicano de dicha época. El filme cuenta con varias escenas antológicas que han sido cientos de veces parodiadas como el duelo de coplas entre Negrete e Infante, escena reconocida por todo el mundo. Las actuaciones no dejan indiferentes a nadie, se nota una muy buena química en los 4 histriones protagónicos (Negrete, Infante, González y Varela) cuyos papeles se complementan de muy buena manera, aumentando las dosis de humor. José Elías Moreno (padre e hijo), Mimí Derba, Carlos Orellana y Arturo Soto Rangel complementan el reparto.














35.- El Vampiro (Fernando Méndez, 1957)

Horror. La joven Marta (Ariadne Welter) llega a Sierra Negra para visitar a sus tías (Carmen Montejo y Alicia Montoya). En el mismo tren viaja Enrique (Abel Sálazar), un agente viajero que se ofrece a acompañarla. Al llegar a la estación, la pareja acepta continuar el recorrido en una desvencijada carreta que llegó a recoger una misteriosa caja procedente de Hungría. Al llegar a la hacienda de sus parientes, Marta se entera de que su tía María Teresa (Alicia Montoya) ha muerto luego de llevar un tiempo sufriendo de esquizofrenia y decide quedarse, sin percatarse de que a partir de ahora estará a merced de los vampiros…

El género de horror ha tenido una historia dispareja en el cine mexicano. Prácticamente inexistente durante la etapa muda -la única cinta silente de horror que se conoce es Don Juan Manuel (1919)- el cine de terror en español hizo su primera aparición con la versión "hispana" de Drácula (1931) filmada en Hollywood con actores latinoamericanos, en los mismos sets y con el mismo equipo de producción de la famosa cinta de Tod Browning. El horror mexicano tuvo que esperar dos décadas para hacer su aparición. En 1956, el prolífico y versátil director Fernando Méndez incursionó en el género con la inquietante Ladrón de Cadáveres (1956), cinta en la que se mezclan por primera vez dos elementos característicos del horror mexicano: los luchadores y los monstruos. Su segunda incursión, El Vampiro se convertiría en la mejor película de horror hecha en México y en uno de los filmes de culto más populares de nuestro cine en otros países. Desde el Drácula hispano, los vampiros no hacían su aparición en las pantallas hablando español. En El Vampiro, Fernando Méndez no sólo toma abiertamente al personaje de Bram Stoker y lo ubica adecuadamente en el contexto mexicano, sino que además se anticipa -al menos un año antes- a la sensual versión del conde que haría el británico Christopher Lee en los filmes de la productora Hammer.

Dueño de una amplia cultura cinematográfica -sus colegas lo apodaban "Cecil B. de Méndez" en alusión al famoso director hollywoodense Cecil B. DeMille- Fernando Méndez demuestra en El Vampiro un dominio espléndido del cine de géneros, algo poco común entre los directores mexicanos de su tiempo. Ofrece un estilo visual suntuoso y artesanalmente elegante, toneladas de oficio y gotas de verdadera inspiración estética (la aparición/desaparición del vampiro en un haz de luz que corta la densa oscuridad) a base de envolventes neblinas (memorables las primeras apariciones de la enlutada villana), brillante claroscuro fotográfico, un esplendido juego con las sombras y bien integrados prestamos del “look” atmosférico de la “Universal”, dotando a la cinta de un gusto gótico remarcable, añeja en algunos aspectos (esos trucajes fotográficos o la iluminación de algunos momentos, amén del muy azteca melodramatismo familiar) pero tremendamente moderna en otros antecediendo/compartiendo algunos de los axiomas que manejará (mejor) la inminente “hammerización” de la mitología vampírica. Pero si la película se ha convertido (junto a su secuela El Ataúd del Vampiro, 1958) en objeto de verdadero culto es principalmente por la apabullante presencia del legendario actor gijonés Germán Robles (unido al género a partir de aquí y convertido en indiscutible mini-mito de la sesión doble) como el vampiro Lavud/Duval; enjuto, con voz de barítono y porte aristocrático, logra mezclar el hálito poético (su objetivo no es otro que resucitar a su hermano ejecutado cien años antes) y la falta de piedad con su poderosa presencia escénica, a todas luces la película mejora cuando está en pantalla, por desgracia está demasiado poco. El protagonismo se lo lleva el galán del género de la época y a la sazón productor de muchas de las películas (incluida esta), Abel Salazar, aquí desubicado y cargante con su héroe chistoso y sainetero, una interpretación horrible que va contra el logrado tono tétrico que preside todo el film. Aún así retener detalles como las fantasmales apariciones de la tía o la embriagadora banda sonora y cuando aparezcan los hilos de los murciélagos, pues... hagamos como que no los vemos.















36.- La Barraca (Roberto Gavaldón, 1944)

Drama Rural. En una huerta valenciana de 1880, la familia del Tío Barret (Rafael Icardo) tiene que abandonar su hogar -la Barraca- al no poder pagar las deudas contraídas con su propietario, Don Salvador (Felipe Montoya). El Tío Barret, borracho y lleno de ira, mata a Don Salvador y es encarcelado. La barraca es ocupada por la familia de Batiste (Domingo Soler) que, debido a las circunstancias en que tuvo que ser abandonada la casa, se encuentran con un recibimiento hostil por parte de los huertanos. El rechazo inicial irá creciendo, dando paso a la violencia...

Durante la época de oro del cine mexicano, Roberto Gavaldón (1909-1986) fue reconocido por sus cualidades técnicas y artísticas. Su costumbre de repetir las tomas hasta lograr el efecto o matiz de actuación que deseaba le acarreó la fama de obsesivo y perfeccionista. Sin embargo, las antipatías que despertaba su carácter se compensaban con la admiración y el respeto hacia su trabajo. Tras su temprana incursión como extra en el cine hollywoodense, Gavaldón regresó a México en 1933 y se integró a la industria cinematográfica como actor, pero, al mismo tiempo, empezó a interesarse por los aspectos técnicos del cine: fue utilero, anotador, ayudante de edición y asistente de dirección de Gabriel Soria, José Bohr y Fernando de Fuentes, entre otros directores. En 1938, Gavaldón se inició como adaptador en la película Adorable Majadero (1938) del director Alberto Gout. Debutó como realizador con La Barraca, a la que siguieron Corazones de México (1945) y Rayando el Sol (1945). De su debut dirigiendo la adaptación de la historia del escritor Vicente Blasco Ibáñez, Gavaldón recordaba: “Cuando se me ofreció la dirección de la película La Barraca, incondicionalmente la acepté y por fortuna tuve mucho éxito con ella. Los actores en un noventa por ciento eran valencianos, lo mismo que el músico Samper, autor de la partitura del filme. Tuve asesoría de Tito Davison, quien intervino en la adaptación con la propia Libertad, la hija de Blasco Ibáñez”.

En 1947 se efectuó la primera ceremonia de entrega del Ariel, el máximo reconocimiento cinematográfico en México. La Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas fundada un año antes decidió premiar –por separado- a las producciones estrenadas en el país en 1945 y 1946. Por lo tanto, se entregaron dobles premios en cada una de las categorías, según el año de participación. La Barraca, estrenada en 1945, ocupó la cifra récord de 14 nominaciones, de las cuales ganó 10: Mejor Película (Gavaldón), Director (Gavaldón), Adaptación (Libertad Blasco Ibáñez), Actor (Domingo Soler), Actor Secundario (José Baviera), Fotografía, Edición, Escenografía, Música de Fondo y Sonido. Perdió en 4 categorías: Mejor Actriz (Anita Blanch), Actriz Secundaria (Amparo Murillo), Actor de Cuadro (José Morcillo), y Vestuario. En competencia a la categoría principal tenía a las cintas Crepúsculo de Julio Bracho y Las Abandonadas de Emilio Fernández.










37.- María Candelaria (Xochimilco) (Emilio Fernández, 1943)

Drama Rural. En 1909, María Candelaria (Dolores del Río) y Lorenzo Rafael (Pedro Armendáriz), pareja nativa de Xochimilco, México, desean casarse a pesar de que las circunstancias les son totalmente adversas. La gente del pueblo es hostil a María Candelaria por ser hija de una prostituta, además la pareja debe enfrentar la avaricia del tendero don Damián, quien en secreto desea a la joven, y las malsanas intenciones de un pintor que, utilizando el rostro de María y el cuerpo desnudo de otra mujer, compone una pintura que pone por los suelos la ya despreciada reputación de la protagonista. Un día María Candelaria enferma de paludismo, Lorenzo Rafael roba quinina y un vestido en la tienda de don Damián. El robo y la pintura desencadenan la tragedia para la joven pareja de enamorados…

Mientras el mundo vivía el final de la segunda guerra mundial, la industria del cine mexicano florecía. Esta película es una buena representante de la época llamada "Cine de Oro mexicano". Una película que dio la vuelta al mundo y recibió diversos premios, entre ellos la Palma de Oro del Festival de Cannes. La narración sigue las circunstancias propias de una pareja de pobres campesinos indios que ven muy difícil lograr la felicidad por diferentes causas: la pobreza y la miseria económica en que están sumidos, los crueles prejuicios discriminatorios a que se ven sometidos y que son perpetrados por gente que por envidia y celos los sumergen en situaciones tremendamente humillantes. María Candelaria fue el regalo que el “Indio” Fernández ofreció a Dolores del Río para congraciarse por los malos tratos que tuvo hacia ella durante la filmación de Flor Silvestre (1943). El viernes santo de 1943, onomástico de la estrella, fue la ocasión escogida por el cineasta para buscar la anhelada reconciliación. Le dio por obsequio un manojo de servilletas escritas por los dos lados conteniendo la historia de la película. Además de necesitarla como artista, el “Indio” comenzaba a quererla como mujer. Con todo y el generoso obsequio, Dolores tenía sus dudas: “Primero una mujer de rancho... Y ahora, ¿quiere que haga una indita? Yo... ¿descalcita?”