sábado, 2 de enero de 2010

Diálogos Inolvidables: Érase una vez en América


Érase una Vez en América
(Once Upon a Time in America, 1984)


Director: Sergio Leone.

Guión: Leonardo Benvenuti, Piero De Bernardi, Enrico Medioli, Franco Arcalli, Franco Ferrini, Sergio Leone, Stuart Kaminsky, Ernesto Gastaldi. Basada en la novela "The Hoods" de Harry Grey.

Elenco: Robert De Niro, James Woods, Elizabeth McGovern, Tuesday Weld, Joe Pesci, Danny Aiello, Treat Williams, Burt Young, Larry Rapp, Rusty Jacobs.

Premios Oscar: No obtuvo nominaciones.






David Aaron “Noodles”, un pobre chico americano, conoce en los suburbios de Manhattan de principio del siglo XX a Max, otro joven de origen hebreo dispuesto a llegar lejos por cualquier método. Ambos entablan una gran amistad y forman, junto a otros colegas, una banda que prospera rápidamente, llegando a convertirse, en tiempos de la prohibición, en unos importantes mafiosos... Una magistral dirección, su excelente reparto y una banda sonora inolvidable envuelven una compleja historia generacional sobre la amistad y el paso del tiempo en la última obra maestra de Sergio Leone.






La escena, contada en flashback, es acompañada por la sublime música de Ennio Morricone y tiene lugar en la trastienda de un café-bar judío, propiedad del padre de Deborah (Jennifer Connelly) y Joe (Mike Monetty). Es sábado, y el hombre y su hijo deben asistir a la sinagoga, por lo que dejan a Deborah al cuidado del inmueble. A ella le gusta practicar rutinas de ballet con un fonógrafo que ha colocado en la bodega, aunque en más de una ocasión ha sido espiada desde el cuarto de baño contiguo por el joven Noodles (Scott Schutzman Tiler), un pobre delincuente que está enamorado de ella. Los dos están solos en el comercio, ella se muestra cortante y altiva a pesar de que ha dejado la puerta abierta para que entrara. Él pregunta por qué no ha acompañado a su padre y hermano al templo. Ella responde que porque alguien debe cuidar del lugar mientras ellos no están, le dice que ahí también se puede orar y lo invita a escucharla. Toma la Biblia y le pide sentarse a su lado sobre un entarimado cubierto por manzanas, pero Noodles se sienta en unos cajones frente a ella. La chica comienza a leer fragmentos del cuarto poema de “El Cantar de los Cantares”, intercalando los versos con la manifestación de sus sentimientos.






Deborah:Mi amado es blanco y lozano. Su piel es como el oro más fino. Sus mejillas son como un lecho de especias”, aunque no se haya bañado desde el último diciembre (el muchacho se siente avergonzado y agacha la cabeza). “Sus ojos son como ojos de paloma. Su cuerpo es brillante como marfil. Sus piernas son como pilares de mármol”, en pantalones tan sucios que se paran por sí mismos. “Es del todo adorable”, pero siempre será un rufián de medio pelo… y nunca será mi amado. Que pena.







Noodles se conmueve ante la elocuencia de aquellas palabras con las que la joven le ha confesado su amor y sus temores. Los dos se darán el único beso de su adolescencia. Pero Noodles tiene un destino del que parece no puede escapar, e irremediablemente Deborah terminará cerrándole la puerta de su corazón.



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